Arnold Mangamba es senegalés, de 30 años y residente en España. Salió hace cinco años y medio de su país con un visado de turista para Francia. Su familia tuvo que vender parte de la tierra que poseía para poder costearle el billete de avión.
En París no conocía a nadie.
Durmió dos semanas en la acera, frente a un supermercado y cuando no aguantó más,
tomó un autobús que lo llevó a España.
En España, la ONG Accem le dio
un sitio donde dormir, donde comer y clases de español. Hoy habla nuestro
idioma perfectamente. También le gusta la paella y no le sale del todo mal.
Estuvo trabajando durante un
tiempo de jardinero en Sigüenza (Guadalajara). Después de pintor y ayudante de
cocina en un restaurante.
Pero después llegó la mala racha
y hoy cuenta que tan solo le quedan 25 euros en su cuenta corriente.
.- Tengo la suerte de poder vivir con unos congoleños que son como mis
hermanos y no me hacen pagar nada. Se ponen tristes cuando les digo que me
quiero ir. Me dicen que no me venga abajo, que aguante, que hay gente peor…
Pero el objetivo de venirme era ayudar a mi familia y montar la mía propia.
Tener una mujer, hijos, una casa, un trabajo… Y no lo he conseguido. Cuando
pude envié dinero a mi casa, pero hace muchísimo que no puedo enviar nada.
Le va a costar mucho despedirse
de España. Nunca ha sentido el racismo. Juega en un equipo de fútbol, donde es
el único jugador negro. “Cuando respetas
a la gente, la gente te respeta”.
.- Aquí la vida es muy difícil. Antes de venir pensaba: España es Europa. Los
africanos pensamos que aquí hay dinero por todos los sitios. Yo pensaba que en
España iba a tener una vida de cuento, como Alicia en el País de las
Maravillas. Cuando vine pensé que sólo regresaría a Senegal de mayor, a
jubilarme. Ahora, cuando me llaman amigos desde allí, intento convencerlos de que no vengan por la
crisis. Les digo que Europa no es el paraíso. Pero no me creen.
Natalia Junquera, para El País
No hay comentarios:
Publicar un comentario