lunes, 11 de enero de 2010

El pescador y el pez (cuento)



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Hace mucho tiempo, vivía en un pueblo un pescador que era muy pobre, como la mayoría de los pescadores. Era tan pobre que apenas tenía para comer. Además hacía tiempo que vivía con su esposa en una casa muy pobre. Esto era para ellos suficiente motivo para pelear. Una mañana estaba el pescador en su cayuco lamentando su triste situación tras haber pescado un sólo pez en toda la mañana, cuando sorpresivamente el mencionado pez que agonizaba dentro del cayuco empezó a gritar: ¡Pescadooor, pescadoor!


El hombre se volvió sorprendido hacia el pez, y éste dijo:

-¡Pescador, suéltame por favor, yo tengo el poder de concederte lo que quieras, pero suéltame y déjame volver a mi casa!
-¿De veras me concederás lo que quiera? -dijo el pescador.
- ¡Sí, sí, pero suéltame ya!- decía el pez.
- Muy bien, dijo el pescador, quiero que me concedas una casa decente con muebles y una buena cocina para mi esposa.

-Está bien, concedido, pero suéltame ya- dijo el pez.

El pescador sin embargo no se fiaba del pez, por lo que lo dejó en una piscina de roca natural cerca de la orilla de donde no podría escapar, diciendo:

-Te soltaré cuando compruebe que lo que dices es cierto.

El pescador fue corriendo a su casa felicitándose por su inteligencia, y a medida que llegaba a su casa vio que su vieja casa ahora era una casa bien cimentada y maravillosamente construida. La mujer del pescador salió a recibirle con los brazos abiertos y le dijo:

-¡Mira todo lo que tenemos, en la cocina hay ollas y una mesa!
Entonces el pescador le contó como habían obtenido todas esas cosas. Al oír la historia la mujer se enfureció:

-Tú eres estúpido-le dijo ¡Corre, ve y pídele al pez más cosas antes de que se escape, pídele una mansión y criados de servicio! Tú serás un gran señor y yo una gran señora, pídele mucho dinero ¡Corre! El pescador corrió a la playa y encontró al pez que le saludó:

-Hola pescador, ¿ya has comprobado que lo que te dije es cierto?-. El pescador le dijo:

-Sí bueno, pero la verdad es que me equivoqué. En realidad quise decir que lo que quiero es una
mansión, o mejor dicho, un palacio con sirvientes y quiero que mi mujer y yo seamos grandes señores muy reconocidos.
Está bien -dijo el pez que empezaba a enfadarse. Pero suéltame ya.

El pescador dijo:

-Lo haré cuando compruebe que lo que dices es cierto.

Y efectivamente era cierto, cuando llego a su casa, ya no era una casa, ahora era una gran mansión y la gente les rendía pleitesía, sin embargo la esposa del pescador había pensado pedir algo más y cuando llegó el pescador le dijo:

-Escucha ese pez nos dará lo que queramos, pídele algo más, pídele ser Dios, yo seré Bisila y tú Dios, todos los espíritus nos rendirán homenaje y tendremos infinitos poderes, ¡ah! y no le sueltes aún, tal vez se me ocurra algo más

-. El pescador corrió a la playa pero con tan mala fortuna que la marea había subido inundando la piscina de piedra y el pez había escapado no sin antes lanzar un conjuro; no sólo el pescador sería tan miserable como antes sino que ningún pescador sería jamás rico.

CUENTO AFRICANO (BUBI) El pescador y el pez, cortesía de Pedro Parcet


4 comentarios:

IGNACIORE dijo...

Muy bonito el aporte que nos acerca a la narrativa del continente. Saludos desde Argentina.

Anónimo dijo...

Parece que la ambición desmedida es un problema universal...
Lástima

Victoria dijo...

Gran descubrimiento tu blog.
Soy una enamorada del continente Africano, he estado de cooperante en Níger.
Será un honor seguirte.
Precioso el cuento y gracias por enseñarme tantas cosas que no sabía.
Besos

Cris dijo...

Ah la ambición de la mujer y la sumisión del hombre a sus deseos, siempre repetida en la literatura... y en la realidad...
Hasta pronto