Al salir, la patera estaba inundada de sueños. Hoy los vómitos, el miedo y la muerte se han adueñado de los 12 por 2.5 metros en los que viajan. Sólo les queda acurrucarse entre ellos y rezar para soportar el oleaje, el hambre y el frío.
Cuando la esperanza ya está lista para morir, divisan la costa y son rescatados. Es entonces cuando descubren sorprendidos el curioso comportamiento de aquellos a los que quisieran parecerse. Al ver a los pescadores llevarse la gasolina, y a los vecinos arramblar con las herramientas y el ancla, sus sueños comienzan a esfumarse.
Un relato de Miguel Ángel Molina
1 comentario:
Uf., aún recuerdo en una playa cercana de aquí de Cádiz, la pareja comiendo bajo la sombrilla y los cuerpos muertos tirados en la arena... estamos acostumbrados, qué pena... :(
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