Los Riads son casas tradicionales marroquíes ubicadas en las medinas de las ciudades donde las habitaciones se distribuyen en torno a un patio interior y en cuyo centro destaca una fuente.
La palabra riad es el término árabe para designar
al jardín.
El Riad Ana Yela es un antiguo
palacio de más de 300 años de antigüedad situado en el corazón de la medina de
Marrakech.
Su historia es bella y
romántica. Debe su nombre a una joven que olvidó allí su diario personal, un
antiguo manuscrito.
Los arquitectos quisieron
conservar esta historia plasmándola con letras de plata en las paredes de todas
las habitaciones. En cada habitación, un capítulo.
En la terraza superior,
llamada "la alfombra voladora" es donde Yela conoció a su amado.
Cuando una vieja casa de la Medina de Marrakech fue renovada en 2007, fue descubierta una pequeña habitación detrás de la pared, añadida posteriormente a la construcción de la casa. El dueño de la casa no sabía nada. En el interior de esta pequeña habitación, tan sólo había una pequeña urna antigua de madera oscura con incrustaciones de plata. Dentro de la cajita había una hoja de papel amarillento escrita a mano con caligrafía árabe por las dos caras, diciendo lo siguiente:
"Ana Yela - Mi nombre es Yela. Soy una chica de 16 años de edad. Hoy es mi último día en esta maravillosa casa que mi abuelo construyó hace muchos años. Me voy a casar con el hombre que robó mi amor, el hombre a quien amo con todo mi corazón.
Nuestra terraza está en una pequeña torre desde donde se puede ver el mundo
entero -los tejados de Marrakech, las enormes montañas del Atlas cubiertas de
nieve, los árboles de palma en el oasis y un desierto que nos rodea sin fin.
Por la noche, cuanto todos dormían, solía subir al tejado de la pequeña
torre para sentarme sobre la alfombra y desde allí contemplar la luna y las
estrellas que brillaban intensamente sobre la ciudad roja.
Una noche vi, unas casas más allá, a un chico que me gustó mucho. Él subió a través de los tejados de las casas y
se encaramó a la torre. Una vez allí, él me contó el secreto de la alfombra
donde estábamos sentados.
Él me dijo que podía volar en esa alfombra y me preguntó si me gustaría
hacer con él un pequeño viaje. Para eso, sin embargo, había que pagar un precio:
él quería, nada más y nada menos, que un beso. Apenas me atreví a responderle.
Mi corazón latía con fuerza y no sé si estaba más emocionada ante la
perspectiva de mi primer beso o por el vuelo nocturno sobre las casas.
Naturalmente rechacé su oferta dudando que alguna vez pudiera volar esa
vieja alfombra. Él insistió y volvió a repetir su oferta en cada una de
nuestras secretas reuniones nocturnas.
Una noche el cielo estaba cubierto y sobre las luces de las ciudad
brillaba un ojo ardiente. Éste me debilitó y por algún motivo me entregué a mi
amigo. Mi deseo era demasiado grande y por eso fue que mis labios tocaron los de
un hombre por primera vez.
El mundo a mi alrededor empezó a girar y casi me desmayé. De repente,
la alfombra comenzó a volar. Estábamos volando sobre los tejados de la ciudad
roja. Fue el momento más hermoso de mi vida.
Cuando el beso terminó aterrizamos de vuelta sobre el tejado de la
torre. Poco a poco fui recobrando los sentidos. Yo estaba muy emocionada. Ahora
sentía que pertenecía a este hombre.
A menudo pienso en esa noche y en la alfombra voladora y espero que
muchos más puedan volar sobre ella y encontrar el amor que yo encontré".
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